El parque español de automóviles envejece (la edad media roza ya los 15 años) y esto supone un incremento de los problemas de seguridad vial y polución. La respuesta al problema no es sencilla: exploramos las posibles soluciones.

El parque automovilístico español alcanzaba en 2024 una antigüedad media de 14 años y medio, una de las cifras más altas de la Unión Europea. El envejecimiento, progresivo e incesante que compromete la seguridad vial y la calidad del aire que respiramos, lejos de corregirse se ha consolidado como un rasgo definitorio del mercado español del automóvil.
Sirvan unos datos de ejemplo: casi la mitad de los turismos (48 % del parque) supera los 15 años de antigüedad, mientras que los vehículos con más de 20 años rozan el 28 %. Y estos porcentajes no hacen más que crecer en los últimos años. En el otro extremo, los vehículos jóvenes, aquellos de menos de cinco años, representan apenas el 16 % del total de turismos que circulan en España.
La creciente obsolescencia del parque móvil es el resultado de múltiples factores: desde una demanda de coches nuevos moderada, que un lustro después de la pandemia no acaba de alcanzar los niveles previos a 2020, a un creciente mercado de coches usados con muchos años a cuestas.
¿Pero cómo se ha llegado hasta aquí? El problema no está solo en la falta de ventas de vehículos nuevos, sino en que los más antiguos no se retiran de la circulación y acaban ingresando en el mercado de ocasión. El desequilibrio es notable: anualmente se matriculan en España algo más de un millón de coches nuevos, mientras que las cifras de achatarramiento oscilan alrededor de 700.000 unidades al año. Así que, cada año, se suman coches viejos al parque y el resultado es un aumento de la edad media. Una inercia difícil de parar, tanto que, desde Solera España, consultora especializada en posventa y aseguradoras, apuntan que, en una década, más de la mitad de los vehículos que circulen por nuestro país superarán los 15 años.
A mayor edad, coches menos seguros y más contaminantes
Los inconvenientes –más bien peligros– del incremento de la edad media son varios. El primero se ciñe al ámbito de la seguridad vial. Según datos de la DGT, al aumentar la edad del vehículo también lo hace la gravedad de los accidentes. En turismos con una antigüedad de 15 a 19 años, hay 4,95 fallecidos por cada 100 millones de kilómetros recorridos, una cifra que se sitúa más del doble por encima de la registrada entre los vehículos más modernos (de 0 y 4 años), que se quedan en 1,8. Y si hablamos de heridos hospitalizados, la tasa también se multiplica por 2,2.
Este riesgo vital se debe a varios factores. El primero, y más importante, es que las medidas de seguridad de los coches viejos son menores en número y sofisticación que en los de menor edad. Por ejemplo, la mayoría de los turismos más antiguos carecen de los sistemas ADAS (Sistemas Avanzados de Asistencia a la Conducción) y de las estructuras de seguridad de los modelos más recientes. Desde ANFAC, la patronal de los fabricantes españoles, su director general José López-Tafall, apunta que el envejecimiento del parque resulta por ello «especialmente preocupante».
Desde AECA-ITV, la asociación que agrupa a las empresas españolas de inspecciones técnicas de vehículos, se añade otro factor preocupante: la antigüedad y el mantenimiento del vehículo son factores determinantes en el incumplimiento de los plazos de inspección. Los datos de 2024 –el último del que hay registros– demuestran que los vehículos que retrasan la inspección hasta 6 meses después de cuando deberían haberla pasado presentan un 28 % más de defectos graves o muy graves. Si el retraso sube hasta los 12 meses, la tasa de defectos graves crece hasta el 46 %. Y si se supera el año en volver a la ITV, ese tipo de defectos se dispara hasta el 62 % de los vehículos inspeccionados.
Pero hay otra perspectiva no menos importante: la polución. Aquí, los grandes protagonistas son los vehículos sin distintivo medioambiental de la DGT. Pese a los esfuerzos regulatorios y de haber reducido su número en un 7 % durante el último año, los coches sin etiqueta todavía suponen más del 25 % del total del parque.
Estos vehículos, que son predominantemente diésel (59 %), resultan una amenaza para la calidad del aire en los grandes núcleos urbanos. Además, resultan los más vulnerables a las restricciones impuestas por las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), que deben implementarse por ley en las poblaciones con más de 50.000 habitantes. Pero, a pesar de todo, estas ZBE no han logrado forzar la baja definitiva de la mayoría del parque contaminante.
La barrera económica
Este escenario pone de manifiesto también una cuestión de equidad social. La población con rentas más bajas, que por razones económicas se ve forzada a mantener durante más años sus coches o adquirir vehículos más viejos en el mercado de ocasión, asume un riesgo mucho mayor de sufrir consecuencias fatales o lesiones graves en un accidente.
No hay que olvidar que el factor determinante al comprar un coche es el precio. Y este, en el caso de los de nueva matriculación, ha tenido una notable escalada en sus tarifas. Desde 2019, el precio de los coches nuevos en España ha crecido cuatro veces más rápido que el incremento de los salarios. Los motivos tras la subida son variados. Entre los más importantes, algunos como la crisis de los microchips, tensiones geopolíticas para el suministro de otros componentes y, también, la necesidad de incorporar tecnologías para cumplir con las normativas medioambientales y de seguridad impuestas por la Unión Europea.
Y con unos precios al alza en los coches nuevos, la consecuencia lógica es una redirección de la demanda hacia productos más baratos: los vehículos de ocasión. Habitualmente, hacia los más baratos y, por lo tanto, antiguos y menos seguros, que suponen el segmento más crítico del mercado de ocasión.
Así que no es extraño que, en los primeros diez meses de 2025, el mercado de vehículos de ocasión (VO) vuelva a mostrar síntomas preocupantes de antigüedad. Hasta octubre de este año se vendieron 1,809 millones de unidades, lo que supuso un incremento acumulado del 4,9 % respecto al mismo periodo del año anterior. Y, de nuevo, los vehículos con más de 15 años son los más transferidos: 748.965 unidades vendidas, con un alza del 4,7 %. Y lo que es más significativo: este tipo de vehículos concentra el 41,4 % del mercado total de ocasión. Muy por delante de los coches de 5 o menos años (464.000 unidades), aquellos que servirían para intentar reducir la edad media del parque. Por tanto, lejos de ser un motor de renovación, el mercado de ocasión opera más como un verdadero amortiguador económico que permite a los ciudadanos mantener la movilidad a un coste asumible.
Eso sí, no hay que perder de vista que la edad media del vehículo de ocasión es de 11,3 años, y el que se mueve entre particulares supera los 15 años.
Coches viejos: del círculo vicioso al virtuoso
Con un problema tan poliédrico, la respuesta al envejecimiento del parque no tiene una sola solución. Desde luego no parece que intensificar los incentivos a la compra de vehículos nuevos sea la panacea, y más teniendo en cuenta que a estos ya pueden acceder las rentas más altas sin necesidad de subvenciones públicas.
Desde Solera España apuntan que la estrategia debería centrarse en ayudar al ciudadano que «no puede» cambiar de coche. Una idea con la que se trataría de equilibrar el déficit anual entre altas y bajas para tratar de achatarrar la flota más contaminante y peligrosa.
Otra de las posibles soluciones que se barajan, en este caso desde el sector de las ITV, apunta a un mayor control. La recomendación es reforzar los controles por parte de la Dirección General de Tráfico (DGT) de los coches que han pasado la ITV. Se apunta incluso a la posibilidad de retirar de la circulación a aquellos vehículos que reincidan en defectos graves y cuya permanencia en la carretera pueda comprometer la seguridad vial colectiva.
En países como Francia, para intentar paliar este problema –y también potenciar los coches eléctricos– se puso en marcha el llamado “leasing social”. Un programa de arrendamiento a largo plazo para hogares modestos mediante el que es posible, por una cuota a partir de 140 euros, hacerse con un coche eléctrico.
Un problema que comienza a enquistarse y para el que, de momento, no parece haber soluciones mágicas. Y, mientras tanto, cuando se cierren los datos de 2025 muy probablemente la edad media del parque volverá a incrementarse.





