La encrucijada geopolítica de la industria europea y española de automoción

Una situación geopolítica convulsa tiene múltiples derivadas. Y una de ella es cómo se ve afectada la industria del automóvil, tanto europea como, especialmente, española.

Desde hace tiempo, pero intensificada con el inicio del segundo mandato de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, la situación geopolítica mundial está marcada por tensiones comerciales, inestabilidad y la competencia de nuevos mercados. Una situación que presenta desafíos –y esperemos que oportunidades– para la industria de automoción europea y, por ende, la española. En este sentido, la industria de automoción en España –la segunda en importancia de Europa tras la alemana– tiene una fuerte dependencia de las exportaciones (más del 80 % de lo fabricado se vende en el exterior) y de la cadena de suministro global; es decir, se ve especialmente afectada por la incertidumbre y, por consiguiente, tiene la necesidad de adaptarse a la nueva situación.

 

El panorama geopolítico actual. Así afecta a la automoción

La situación geopolítica se ha convertido en un elemento de riesgo y oportunidad para los fabricantes de automóviles. La invasión de Ucrania, la creciente tensión entre Estados Unidos y China y la consolidación de bloques económicos han alterado las cadenas de suministro globales, la disponibilidad de recursos y, también, la dinámica del mercado.

La consultora Ernst & Young, en su informe “EY Highlights Automotive 2025”, subraya que la industria está inmersa en una transformación profunda. La electrificación, las tensiones comerciales, la digitalización y las nuevas regulaciones en emisiones están redefiniendo la movilidad en Europa. En el informe se destaca que, a pesar de su papel relevante, España necesita reforzar su competitividad para no perder tracción.

La dependencia de cadenas de suministro globales, especialmente en lo que respecta a semiconductores y materias primas para baterías, se ha revelado como una vulnerabilidad crítica para el sector. Cualquier disrupción en estas cadenas, ya sea por conflictos armados o políticas proteccionistas, puede paralizar la producción y generar costes adicionales. Baste recordar, como ejemplo, la llamada “crisis de los semiconductores” (desde finales de 2020, 2021 y bien entrado 2022) que impactó duramente en la producción nacional y dejó las campas vacías de coches. Y muchos de los que llegaban a salir de las líneas de producción lo hicieron a falta de alguna pieza.

 

La transición eléctrica y el factor China

La carrera hacia la electrificación es uno de los motores de la industria europea y española, pero también un punto de fricción geopolítica dada la gran dependencia de la industria europea de China.

La “24th Annual Global Automotive Executive Survey”, de la consultora KPMG, pone de manifiesto que los directivos del sector son cada vez más conscientes de los desafíos que llegan de Oriente. La competencia china se ha intensificado, con marcas asiáticas superando a sus homólogas alemanas y japonesas en exportaciones. Pero esta fuerte competencia, además, no solo se basa en el precio, sino también en el control que tienen de la cadena de valor de los vehículos eléctricos. China domina desde la extracción y el procesamiento de minerales críticos como el litio, el cobalto y el grafito hasta la producción de baterías.

Como respuesta a esta situación, tanto Estados Unidos como la Unión Europea han respondido con la imposición de aranceles a los vehículos eléctricos chinos. Si bien estos aranceles buscan proteger a la industria local, también pueden desencadenar una guerra comercial que afecte negativamente a los fabricantes europeos con operaciones en China.

Ante esta situación, los ejecutivos europeos del automóvil afirman en la mencionada encuesta de KPMG que se encuentran en un momento “de gran incertidumbre”. La confianza en el futuro ha disminuido y la rentabilidad se ve presionada por el aumento de los costes y la intensa competencia.

 

Las cadenas de suministro: de «justo a tiempo» a «por si acaso»

Desde las disrupciones en la cadena de suministro, exacerbadas por la pandemia de COVID-19 y los conflictos geopolíticos, la industria comenzó a replantearse sus estrategias. El modelo de producción «justo a tiempo» (just-in-time), que minimizaba los inventarios y dependía de cadenas de suministro globales eficientes, está siendo reemplazado por un enfoque más resiliente: el «por si acaso» (just-in-case). Un cambio que implica la diversificación de proveedores o la regionalización de la producción. Por ejemplo, abrir grandes factorías de baterías cercanas: como las de Sagunto (Valencia), por parte del Grupo Volkswagen, o la de Stellantis en Figueruelas (Zaragoza). Esta última, por cierto, junto a la empresa china CATL, líder mundial en su sector, con la que invertirá hasta 4.100 millones de euros para su puesta en marcha.

En el informe de EY se subraya que la dependencia de proveedores extranjeros para componentes electrónicos, chips y materias primas es una vulnerabilidad que debe ser abordada. Y ante la necesidad de que España y Europa refuercen sus políticas y su talento para mantener la competitividad, la Unión Europea está tratando de mitigar estos riesgos a través de la «Ley Europea de Materias Primas Críticas» con mayor inversión en minería nacional y el reciclaje.

 

Impacto en España

La situación geopolítica impacta directamente en España en varios aspectos. Por un lado, en el aspecto comercial con la competencia de marcas chinas, que han aterrizado en nuestro mercado con modelos muy competitivos en precio. Políticas comerciales agresivas que, al igual que en el resto de Europa, representan una amenaza para los fabricantes tradicionales con plantas locales. Dichos fabricantes dependen en gran medida de la importación de componentes y materias primas desde Oriente. Y si el enfrentamiento comercial con Asia, particularmente China, se agudizase, podrían ver afectada su producción en España.

Pero además de los fabricantes de automóviles, la industria de componentes española también podría verse afectada. Un sector que emplea a más de 300.000 personas (entre puestos directos e indirectos) y con el 60 % de su facturación procedente del exterior, afronta desafíos particularmente significativos en 2025. Debido sobre todo al endurecimiento de la política arancelaria de EE.UU. y la ralentización del consumo global.

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