Llega el frío: así influye el cambio de tiempo en los neumáticos

Los neumáticos son la única parte del coche en contacto con el suelo, por lo que resultan esenciales para nuestra seguridad y, sobre todo, cuando empeora el tiempo y bajan las temperaturas. Así, la importancia que les concedemos aumenta según empeora el tiempo, y no es lo mismo circular en verano por una carretera limpia que hacerlo en pleno otoño con temperaturas bajas y agua sobre el firme.
Los cambios de tiempo, y más cuando son bruscos, tienen que ser una llamada de atención para los conductores, y los habituales avisos de precaución por parte de las autoridades –que están muy bien–, no bastan. Los conductores tenemos que tomar ciertas prevenciones y los neumáticos son lo primero que hemos de revisar de nuestro coche.

El dibujo de los neumáticos debe ser uniforme y, al menos, tener 3 o 4 milímetros de profundidad. Sí, es cierto que el mínimo legal es de 1,6 milímetros, pero la diferencia de frenar en mojado con un neumático u otro puede alcanzar los 10 metros a 80 km/h, y esta distancia, similar a la longitud de dos coches de representación, puede significar la diferencia entre colisionar o no hacerlo.

Además, debemos revisar el estado general de las cubiertas: que no tengan deformaciones ni bultos en los flancos ni tampoco cualquier otro daño visible como pequeñas rajas u objetos clavados.

Prepara los neumáticos para el frío y el agua

La revisión habitual de la presión de los neumáticos es la tarea de mantenimiento más sencilla y debe hacerse al menos una vez al mes. Pero con la llegada de la época más fría del año, esta debe acortarse en el tiempo. La razón es que el frío hace disminuir las presiones a las que funcionan los neumáticos.

Se estima que los neumáticos pierden alrededor del 2,5 % de presión por cada 5 °C que baja la temperatura exterior. Así que hay que tener en cuenta estas cifras y, cuando llega el frío, calcular a qué presión inflar respecto a la que ponemos en verano. En términos generales, algunos profesionales del mundo del neumático aconsejamos que, en invierno, debemos aumentar la presión en alrededor del 10 % respecto a sus presiones de verano.

Si seguimos esta regla, estaremos cubiertos ante las bruscas bajadas de temperatura y evitaremos que el neumático ruede infra-inflado. La falta de presión en una cubierta tiene consecuencias tales como: mayor consumo del vehículo, menos precisión de manejo de la dirección, desgaste prematuro de la cubierta o más posibilidades de su rotura al pasar por un bache.

Otro de los fenómenos meteorológicos adversos del otoño y el invierno es el agua. Esta puede presentarse tanto en estado líquido (lluvia) como sólido (nieve). En el primero de los casos, si el neumático ha perdido presión por las bajas temperaturas y está sub-inflado, el riesgo de aquaplaning (deslizamiento) aumenta de forma considerable. La razón es que los surcos de la banda de rodadura son incapaces de evacuar de forma correcta el agua que queda atrapada bajo el neumático al avanzar. El caso de la nieve merece un epígrafe aparte.

 

Diferentes tipos de neumáticos para cada temperatura

Si el conductor reside o circula habitualmente por zonas donde el frío es intenso y en la época invernal las heladas o nevadas son frecuentes, lo mejor es que equipe su coche con neumáticos de invierno o los llamados all-season (todas las estaciones).

Los neumáticos all-season (como la gama Kumho Solus 4S) tienen un diseño especial de los surcos de la cubierta y están fabricados con un compuesto específico. Esto les permite obtener un excelente agarre tanto en seco como en mojado e, incluso, al circular sobre condiciones de frío y nieve. Muchos de ellos, además, lucen en el flanco una montaña de tres picos, con lo que están homologados para circular sin cadenas cuando estas son obligatorias.

Por otro lado, los neumáticos específicos de invierno son un producto altamente especializado. Resultan una magnífica opción para las épocas más duras del año, pero no se recomiendan para el verano. Así que estaríamos obligados a tener dos juegos de neumáticos (invernal y estival) y a cambiarlos cuando llega la primavera y el otoño, un inconveniente que obliga a tener un lugar donde almacenarlos (casa o taller de confianza) o, en ocasiones, a pagar por ello.

Esto es lo que hacen los conductores de muchos de los países del norte y centro de Europa donde, además, en muchos de ellos es obligatorio montar este tipo de neumáticos entre diciembre y marzo.

 

Por qué hay que revisar la presión de los neumáticos

La presión recomendada por el fabricante del vehículo en cada situación (dependiendo de la carga y la velocidad a la que se circula) es la óptima para que el neumático funcione en las mejores condiciones. No hay que olvidar que hay que comprobarla cuando las ruedas están todavía frías (casi sin rodar); no deberíamos haber conducido más de un par de kilómetros –y de forma tranquila– hasta llegar al compresor público más cercano.

Crearnos esta rutina tiene ventajas. Por ejemplo, el ahorro de dinero: unas cubiertas infladas correctamente tienen menos resistencia a la rodadura y, por lo tanto, el vehículo gasta menos combustible.

Otra de las ventajas: llevar habitualmente los neumáticos con la presión correcta hace que se desgaste de forma uniforme y dure más. Así que cubriremos unos cuantos miles de kilómetros más y, de nuevo, ahorraremos dinero.

Pero en lo que más vamos a ahorrar es en peligros. Porque un neumático bien mantenido y con las presiones correctas es mucho más seguro: disminuye el riesgo de reventón y de aquaplaning, mejora la adherencia al firme, responde mejor a la dirección y frena en menos distancia. Y todo marchará sobre ruedas…

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